virgenNovena infalible a María desatadora de nudos

La leyenda mística empezó en Alemania cuando un noble, con sus rezos a la imagen de la Virgen María, pudo mejorar la relación con su esposa. En agradecimiento le pidió a un artista que pintara una imagen que mostrara aquella acción santa. El hombre tomó la imagen mariana y presentó a la Inmaculada Concepción, amparada por el Espíritu Santo y rodeada de ángeles. Además, la mostró pisando la cabeza de una serpiente (símbolo de males y pecados) y con unas cintas enredadas que, tras pasar por sus manos, quedaban lisas. Cuentan que era la forma de simbolizar cómo la fe y el amor podían desatar los nudos de los problemas humanos que traban la comunicación de los seres humanos con Dios. Fue cerca del año 1700 y, en alemán, a esa imagen se la conoció como María als Knotenlöserin. Es decir: María, la que desata los nudos.

El artista se llamaba Johann Georg Melchor Schmidtner, un hombre de reconocida trayectoria en la iglesia alemana y en la Italia del siglo XVI, ya que se había formado en Venecia. Los historiadores dicen que la imagen fue realizada para el retablo de las Beatas Vírgenes del Buen Consejo, el lugar al que aquel noble la donó. Con los años y luego de la destrucción del retablo (al parecer, fue en una guerra), la obra llegó a la iglesia de San Peter am Perlach, en Ausburgo, donde aún se conserva. Claro que no es el único lugar del mundo en el que se la venera, porque en Buenos Aires la Virgen Desatanudos (como se la conoce popularmente) también tiene miles de fieles seguidores que el día 8 de cada mes se acercan a pedirle su ayuda espiritual.

En la Iglesia Católica, no sólo la reconocen como “Madre de Dios, María la que desata los nudos”, sino también como “Madre del buen consejo” y “Patrona de los matrimonios y de los conflictos en la vida de las personas y los pueblos”. En Buenos Aires su popularidad es tan importante que suele concentrar multitudes que desbordan la capacidad de la parroquia donde está pintada la imagen. Y eso hizo que hasta se pensara en consagrar un templo especial para su veneración en otro lugar que no fuera la iglesia de la calle Navarro.

Se ha publicado en Brasil una importante obra de investigación sobre una advocación mariana que se expande con rapidez: Nuestra Señora Desatanudos (también conocida como Nuestra Señora que Desata los Nudos o Nuestra Señora Desatadora de Nudos).

Se titula Desatadora. La Virgen que el Papa Francisco convirtió en fenómeno de fe. Su autor es un periodista de renombre y cuarenta años de experiencia en la profesión: Eduardo Mattos, que fue reportero de O Estado de Sao Paulo y del Jornal da Tarde, y editor-jefe de la Agencia Estado, la mayor agencia brasileña de noticias, y de los diarios de Campinas Correio Popular y Diário do Povo.

Casi nadie, salvo los fieles de aquella localidad alemana, tenía devoción a la imagen que en 1986 el hoy Papa Francisco fue a ver a la iglesia de St Peter am Perlach, en Augsburgo, cuando se encontraba en Alemania concluyendo su tesis doctoral sobre Romano Guardini.

En el templo lucía un cuadro de Johann Melchior Georg Schmittdner (1625-1705), pintado en 1699-1700 en estilo veneciano y con influencia barroca, que representa una advocación de la Inmaculada Concepción bajo el título de Knotenlöserin [la que desata los nudos {Knot}].

El padre Bergoglio había recibido “una tarjeta postal, un souvenir de esos que se venden en tiendas de museos, que tenía la reproducción de una obra de arte, el retrato de María sacando nudos de una cuerda”, explica Mattos, según recoge Gaudium Press. Según el periodista, cuando vio la pequeña estampa, tuvo una revelación: “No hay nudo que resista a las manos de la Madre de Dios. Basta tener fe”.

El resto es sabido. Cuando en 1992 fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires, decidió promover la devoción a esa imagen, y el 8 de diciembre de 1996 se inauguró el Santuario de Nuestra Señora que Desata los Nudos, con un éxito fulgurante.

“La ola de devoción alcanzó en grado de un tsunami en 1998”, recuerda Mattos: “En diciembre de aquel año se imprimeron cien mil estampitas. Debían llegar no sólo para ese mes, sino para el primer trimestre del año siguiente. La orden era entregar, en las colas de acceso al santuario, una estampita por cada devoto. Cuando las puertas de la iglesia se cerraron a medianoche, apenas quedaban treinta mil. Significaba que el 8 de diciembre de 1998 habían pasado por allí setenta mil fieles”.

Mattos ha consagrado dos años al libro, y cita un dato curioso: “Se calcula que Nuestra Señora tiene más de dos mil títulos, la mayor parte de ellos originados en apariciones o por su participación en hechos. En el caso de la Desatadora, descubrí que no había ni una cosa ni otra en relación a Ella; fue lo que me estimuló a descubrir el origen de la devoción”.

Así llegó a la historia del encariñamiento de un jesuita entonces poco conocido fuera de Argentina (donde había sido superior provincial) y que “en aquel momento vivía un momento de aislamiento entre los jesuitas a causa de disputas internas”.

El libro relata también cómo la devoción a la Desatadora, después de repercutir en Argentina, llegó a suelo brasileño, siendo primero en Búzios, en la Región de los Lagos, en Río de Janeiro, y posteriormente en Campinas, interior del estado de Sao Paulo.

Como periodista que es, a Mattos le atrajo esa historia vinculada a la imagen, y luego ha ahondado en las historias de muchas personas “que tienen la fe como uno de los principales pilares de sus vidas” y han acudido a la Virgen María en sus tribulaciones.